A pesar de que aún es pronto para tener datos fiables especí­­ficos del impacto real de la crisis sanitaria en las inver­siones familiares, lo que sí se puede afirmar es que el efecto de la pandemia en las carteras familiares séra significa­tivamente negativo. Hablamos con Claudio Doria, fundador de Doria Tölle & Asociados, para que nos explique cómo ha afectado el COVID-19 a este tipo de inver­siones. Aunque el parón es innegable, según comenta Doria, hay “dinero buscando destino”.

Desde su experiencia, ¿cómo está impactando del COVID-19 en las inver­siones familiares?

La infor­ma­ción compartida en los foros interna­­cionales de abogados en los que participo, donde se compara el impacto en las distintas juris­dic­­ciones de la crisis del Covid-19 en la evolución del negocio legal de los distintos despachos y en el tipo de opera­­ciones e inver­siones en curso, en función de los distintos perfiles de clientes, se puede afirmar que ha habido, en casi todos los países y en muchos casos, un efecto negativo signifi­cativo. Conviene distinguir entre los grupos fami­­liares y las “family offices” (o holdings fami­liares), ya que la tipo­logía de los activos en los que invierten es distinta. El primero, que busca inver­­siones en sectores indus­­triales o de servicios, con mayor o menor riesgo, pero centradas en adquirir una partici­­pación signifi­cativa o de control, en su estra­tegia de creci­miento inorgánico para ganar cuota de mercado o parti­cipar en una actividad estra­tégica o complemen­­­taria en su sector, o la adquisición de determinados activos, ha sufrido un impor­tante parón, afectando a las negocia­­ciones que estaban en una fase muy inicial o a las nuevas operaciones. Aquellas transac­ciones que estaban ya en una fase avanzada, en general, se han podido finalizar o formalizar en acuerdos vincu­­lantes, aunque el proceso ha estado lleno de dificul­tades de tipo práctico (difi­cultad en la reuniones, el intercambio de documen­­tación, la menor operativa bancaria presencial, la restrin­gida intervención notarial, etc.).

Algunas operaciones que estaban muy evolucio­nadas pero estancadas por falta de acuerdo en alguno de sus puntos, simple­mente han sido descar­tadas incluso estando en fases muy avanzadas, dado que la crisis del Covid-19 ha llevado a reducir la exposición al riesgo en estos momentos. Muchos vende­dores probable­mente pensarán, a la vista de lo ocurrido, que podrían haber negociado de forma distinta. Por lo que se refiere a los segundos (family offices o holdings familiares), con una tipo­logía de activo focali­zada en fondos de inversión, Socimis, activos inmobi­liarios arrendados o partici­paciones en cotizadas y, en muchos casos, con la necesidad de invertir por la presión del efecto fiscal en el impuesto del patri­monio, también se han visto afectados. En parte por la misma precaución y las dudas sobre la caída del valor de los activos cotizados, la restric­ciones en distri­bución de dividendos, el impacto del cierre de activi­dades que anterior­mente generaban una renta estable y a largo plazo que, hoy, no tienen ingresos, etc.

Hay mucho análisis en curso y, al parecer, dinero buscando destino. Cuando se levante el estado de alarma y vuelva lo que se viene en llamar la “nueva normalidad”, veremos si se reactivan pronto también estas opera­ciones y cuál ha sido el impacto real que ha tenido esta crisis.

Las principales preocupa­ciones que dichos inversores han trasla­dado a sus abogados durante la crisis, además de la ya apuntada ralenti­zación o poster­gación de deter­minadas inversiones, han sido las relacio­nadas con la posibi­lidad de exigir el cumpli­miento de deter­minados contratos cuando la contra­parte se ha visto afectada por la parali­zación de su actividad, o con el riesgo asumido, a la luz de las nuevas circuns­­tancias, por el empre­sario que resulta demasiado oneroso, la moratoria de rentas de arrenda­mientos, el acceso a finan­ciación para compensar la dismi­nución de rentas y los ERTE.

¿Cuáles diría que son los sectores de inversión más perjudicados y cuáles los benefi­ciados? ¿Dónde estarían las oportu­nidades de negocio?

Los más perjudi­cados han sido, en mi opinión y de la información compartida, el turismo, la restau­ración y “retail”. En el sector turístico, el efecto ha sido dramático, con todos los tourope­radores sin poder ofrecer servicios, hoteles cerrados, cancela­ciones y el turismo interior y exterior en frenada, no solo mientras dure el estado de alarma sino para el resto de la tempo­rada. El “retail”, que ya estaba sufriendo sacudidas en su modelo de negocio, ha tenido que afrontar el cierre total, con un reinicio incierto.

El sector inmobi­liario y de automo­ción también se han visto afectados. Cuando finalice el estado de alarma podremos ver el impor­tante volumen de procedi­mientos concursales que se presen­tarán en los juzgados. Los recientes decretos y sus reformas ya lo anuncian con las medidas adoptadas.

En cambio, se han benefi­ciado aquellos sectores o industrias que han tenido libertad en su actividad, y que han excedido su nivel de producción y ventas habitual, precisa­mente por esta crisis o porque estaban ya en una posición saneada y estraté­gica antes de ella. Piénsese, por ejemplo, en el farma­céutico y sanitario en general, en la alimen­tación (materia prima), logística, venta y distri­bución online de productos, servicios y soluciones digitales, etc.

Haga sus diez recomen­­daciones para una inversión lo más “segura” posible.

Esta crisis creo que cambiará también, en parte, el modelo de inversión y la valoración de los riesgos de las activi­dades ante los imponde­rables. Es algo que habrá que introducir en todo proceso de inversión y al que habrá que dedicarle algo más de tiempo. No obstante, es una pregunta con una respuesta difícil de dar por un abogado; corres­ponde a otros hacer el análisis de opor­tunidad, de la proyección del negocio, de sus riesgos, del volumen de inversión, de la necesidad de finan­ciación para acometerla y de su retorno.

Dicho esto, la realiza­ción de una due diligence financiera, legal y fiscal, de recursos humanos y de las princi­pales áreas y riesgos de la empresa o de los activos a adquirir, no es una garantía de éxito pero sí un requisito necesario para ello. En tiempos como los que estamos viviendo, una negocia­ción estudiada y gestionada y un marco contractual con las protec­ciones y garantías adecuadas en función del tipo de operación y activos también puede contribuir al éxito.

Pero, como en todas las inver­siones, entender el negocio, valorar adecuada­mente el equipo directivo con el que se contará y el riesgo que va a asumir el empresario son elementos fundamen­tales a tener en cuenta.

Por otro lado, estoy convencido de que seguirán las llamadas inver­siones de impacto (aquellas que generan un beneficio social o al medio­ambiente, además de un retorno económico) en sectores como la sanidad, la educación, las energías limpias y renovables o la agricultura, ésta en su sentido más amplio. Las funda­ciones y otras ONGs (como destina­tarias, en parte, de dichas inversiones, por su papel en las comuni­dades) también tendrán un papel más relevante. La mayor colabo­ración público/privada, si se favorece, puede llevar a proyectos muy intere­santes si se aprende de lo que ha sido esta crisis.

El desarrollo de aplica­ciones y de proyectos tecno­lógicos puede representar un buen objetivo desde el punto de vista inversión. ¿Diría que la innovación es un mercado a consi­derar en el momento actual?

Sin duda, creo que veremos un crecimiento importante de opera­ciones o inversiones en este tipo de aplica­ciones o proyectos tecnológicos, aunque requieren también un perfil inversor deter­minado, por el riesgo implícito que suponen las innova­ciones. El auge que han tenido muchas de ellas debido al confina­miento sufrido durante la crisis apunta a que también atraerán el interés inversor, pero deberá analizarse su recorrido y si se esta­remos ante una nueva burbuja tecnológica o no.